viernes, 13 de noviembre de 2009

CÁNCER


Se levanta de la cama decidida a pasar página. Sabe que a primera hora de la mañana es cuando piensa con más claridad. A medida que avanza el día la sensiblería se apodera de su mente de tal forma que a última hora de la noche es la nostalgia quien manda sobre el juicio. Así noche tras noche, desde que él la dejó.

Mientras está sentada en el inodoro repara en el vaso de los cepillos de dientes. Coge el de él y lo lanza a la basura.

Vuelve al dormitorio y deshace la cama arrojando al suelo con indignación las sábanas. Durante las tres últimas semanas se ha refugiado en ellas, inspirando su olor. Aferrándose, como si eso fuera a devolverlo de nuevo a su cama.

No hay más ropa sucia en el cesto, así que a pesar de sus convicciones ecologistas, pone una lavadora.

Cuando la cafetera hierve abre la puerta de la nevera y saca un brik de leche. Lo observa, reparando en que es entera. Recuerda que dejó de comprar desnatada porque en una ocasión él comentó que aquello era “aguachirri”. Vacía el bote en el fregadero y decide tomarlo solo.

Es consciente de que aún está lejos de olvidarle, apenas ha pasado la fase de desconcierto y está entrando en la de rabia. Si fuera creyente rezaría para que llegara pronto la resignación porque sabe que junto a ella llega el olvido. Pero no lo es.

Del mismo modo que aunque no sea devota, está convencida de que Dios, en el supuesto que existiese, la está poniendo a prueba. No hay otra explicación.

Es la historia de su vida que se repite una y otra vez. Siempre acaba dando con tipos alérgicos al compromiso. O que han salido recientemente de una tortuosa y larga relación. O están emocionalmente capados. O una combinación de todas las anteriores. Sea como sea, lo cierto es que ella nunca se siente en posición de reclamar porque, claro, ya se lo habían avisado desde un principio.

En cualquier caso, ha decidido que a lo largo de la mañana irá al súper a comprar leche desnatada. Hoy dejará el móvil apagado y metido en un cajón para no andar consultando cada quince minutos si tiene alguna llamada perdida y cuando llegue la noche se acostará en el medio de la cama, respirando el olor del suavizante en sus sábanas limpias.
Y se siente mejor por eso, inconsciente de que esa misma noche mientras duerma, un nuevo trozo de costra dura crecerá en su interior, recubriendo parte de su corazón.


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